23/3/12

Violencia feminicida

Los casos de feminicidio que se reportan diariamente a través de los medios de comunicación dan cuenta de una cruel realidad: cada vez son más las mujeres víctimas de la ira y el maltrato de sus parejas.
Lamentablemente estas situaciones han podido ser advertidas con anticipación y denunciadas mucho antes que la agresión física escale a tan dramáticos niveles.
Hay muchas instituciones que  promueven la pronta denuncia del agresor, entre ellas se encuentran la policía, las municipalidades y diferentes ONGs.
Es importante que las victimas reciban asesoría legal, médica, pero sobre todo psicológica para que puedan superar el shock  vivido y elevar la autoestima, muchas veces mellada por la dependencia económica.

                         

En este post publicaremos columnas de opinión referidos al tema.

Cuerpo de Mujer 
Por: Carlos Reyna
Larepublica.pe.-El cuerpo de las mujeres no es todavía de las mujeres. En la enorme mayoría de los casos es aún un territorio ocupado, gobernado, sometido, explotado, y a veces hasta quemado y asesinado por otros que se sienten sus dueños.

Hace poco la prensa informó que un sujeto roció de gasolina y quemó hasta un 85 % del cuerpo de su ex pareja. A los pocos días se informó de otro que ahorcó a su ex hasta matarla. En  ambos casos, a las víctimas no se les perdonó que quisieran separarse.

Según el INEI, 4 de cada 10 mujeres son agredidas por sus parejas. Cada mes mueren 10 mujeres, victimadas por sus enamorados, esposos o familiares. No cabe duda que estos crímenes derivaron de la violencia con que los autores quisieron seguir siendo dómines sobre las mujeres y sus cuerpos.

La violencia feminicida es la expresión más brutal de la expropiación del cuerpo de las mujeres. Es la manifestación más patológica de un mal social extendido en toda la sociedad y la política patriarcalizadas.

En las familias aún hay prácticas punitivas contra las hijas que, aunque sean adultas, a juicio de los padres y hermanos se toman “demasiada libertad” sobre sus vidas. Subsiste la idea de que un embarazo fuera de matrimonio enloda el “honor de la familia”. No pocas veces la reacción paterna es la inhumana expulsión de la transgresora del hogar familiar.

También existen las sanciones familiares más o menos sutiles contra la libertad de las mujeres solteras para relacionarse con quien les venga en gana. Ese espíritu punitivo de las familias es mayor para el caso de las mujeres separadas, de las que pareciera esperarse que no tengan más destino que el confinamiento en sus casas. De lo contrario, se dirá que son unas putas.

En política, el dominio, la coerción, sobre el cuerpo de las mujeres tiene uno de sus ejemplos más descarnados en la negativa de sucesivos gobiernos a reglamentar el  aborto terapéutico, legalmente permitido hace muchos años pues es aquél que autoriza a interrumpir un embarazo que pone en riesgo la vida o la salud de la madre.

Como no se aprueba el protocolo de tal tipo de aborto, ocurren casos en que los médicos de la salud pública se niegan a atender los pedidos para interrumpir embarazos que conllevan alto riesgo para la salud física o mental de la gestante, como aquellos en los que es inviable la vida del concebido o en los que la gestación es producto de una violación.

La negativa o la demora en aprobar este protocolo es una de las maneras más crueles y totalitarias de ejercer dominio y sometimiento sobre el cuerpo de las mujeres. Se las obliga, desde las cumbres del poder estatal, a que lleven hasta el final embarazos ciertamente devastadores.

Neruda, en un poema dedicado al cuerpo de mujer, escribió: “te pareces al mundo en tu actitud de entrega”. A estas alturas es casi seguro que, de los versos del poeta del Sur,  esa no sea una de las líneas favoritas para muchas mujeres que bregan por reconquistar el dominio sobre sus cuerpos.