15/3/12

Los 40 años de El Padrino


Tomado de abc.es.-Aunque solo haya cumplido 40 años, parece que, como el dinosaurio de Monterroso, «El Padrino» siempre estuvo ahí. No solamente en su hábitat natural, una sala de cine, sino en el imaginario colectivo de un par de generaciones que, lo mismo que han jugado al menos una vez al «Comecocos» (según una estadística popular), sin duda han puesto en su boca, con acento algodonoso incluido, algunos de los diálogos inmortales del filme, sobre todo en estos tiempos de reformas laborales donde tanto abundan las ofertas que no se pueden rechazar (¿acaso no tiene Rajoy cierto aire a Coppola?).


La concepción de «El Padrino» fue, como en otros tantos casos, prolongada y trabajosa. El magnífico libro «Infamous players», recientemente publicado en España, lo cuenta muy bien. A finales de los 60, Paramount era una feria de vanidades con el maestro domador Robert Evans llevando el látigo dorado. Su olfato le llevó a comprar por 12.500 dólares los primeros esbozos de una novela llamada «Mafia» (palabra totalmente tabú en el Hollywood de la época) escrita un poco a regañadientes por Mario Puzo.

Siempre atento al imperio de sus sentidos, Evans dio con la llave mágica para que el material triunfara dentro de un panorama donde historias similares se habían estrellado: «Que el aroma a salsa de espaguetis caseros inundara cada sala de cine». Para ello, aunque el favorito del estudio era Sergio Leone (quizá por lo del spaguetti-western) nada mejor que contratar a un director especialista en ambas disciplinas: cine y gastronomía.

Aprovechando que la novela ya se había convertido en best-seller, Francis Ford Coppola, que venía de ganar un Oscar al mejor guión por «Patton», aceptó encargarse del proyecto, siempre y cuando el estudio contratase a Marlon Brando para el papel principal (el favorito era Laurence Olivier), escollo que se solventó gracias a una legendaria sesión de casting donde al actor se le ocurrió peinarse hacia atrás utilizando mantequilla como gomina (ah, la mantequilla, siempre la mantequilla) e introducirse unos algodones (primero eran cáscaras de naranja) en la boca para crear un modo de hablar mil veces parodiado, incluso autoparodiado. Un férreo contrato para controlar a la bestia y unas chuletas de guión en el plató, y en la chepa de sus compañeros, por si había despistes hicieron el resto.

                           
También el papel de Michael Corleone trajo cola, ya que Al Pacino (cuyos abuelos habían nacido precisamente en Corleone, Sicilia) no contaba con el beneplácito de casi nadie, después de que Jack Nicholson, Dustin Hoffman, Warren Beatty o Robert Redford dijeran no. Pero su actuación en la escena del asesinato del turco y el capitán de la policía sirvió para callar bocas y morder malas lenguas.


A pesar de los intentos de boicot de Frank Sinatra (al que Puzo ridiculizó en la novela con el personaje de Johnny Fontane, circunstancia que casi les hizo llegar a las manos en una fiesta), los cimientos estaban puestos, y gracias a un reparto inmejorable (desde James Caan a Robert Duvall, pasando por Diane Keaton, John Cazale o Sterling Hayden), la fotografía de Gordon Willis, la música de Nino Rota, una curiosa simbología alta en vitamina C (las naranjas como heraldos de la muerte), y alguna que otra artimaña como cambiar la famosa cabeza de caballo de atrezzo por una real en la toma definitiva, «El Padrino» iba camino de convertirse en algo grande.

Lástima que Coppola estaba demasiado enfrascado en sus futuros y megalómanos proyectos para disfrutar de su éxito, y de lostres Oscar mayores que el filme ganó (el más memorable, el cosechado por Marlon Brando, que envió a una india más bien falsa llamada Sacheen Littlefeather para recoger el premio y lanzar una filípica bochornosa).

Ahora, 40 años después, sigue siendo la película mejor valorada por la plana mayor de críticos, historiadores e internautas, un negocio redondo para la Paramount (recaudó 230 millones de dólares tras su estreno, desbancando a «Lo que el viento se llevó») e incluso ha triunfado en las consolas gracias al (notable) videojuego homónimo lanzado en 2009. Y no olvidemos que la buena de verdad fue la secuela...