Hoy los analistas políticos de los principales diarios del Perú interpretan, en sus respectivas columnas de opinión, la salida de Salomón Lerner de la presidencia del Consejo de Ministros y el ingreso, en ese importante cargo, de Oscar Valdés, un militar en retiro.
Las minas del rey Salomón
(La República)
Crónica de una muerte anunciada (del gabinete)
Los gobiernos que, por las circunstancias en que ganan la elección, arrancan con improvisación, deben recomponer, poco tiempo después, su elenco inicial con el fin de lograr cohesión y coherencia en su desempeño. Eso es lo que ha tenido que hacer Ollanta Humala a los 136 días de iniciada su presidencia.
Los gobiernos que, por las circunstancias en que ganan la elección, arrancan con improvisación, deben recomponer, poco tiempo después, su elenco inicial con el fin de lograr cohesión y coherencia en su desempeño. Eso es lo que ha tenido que hacer Ollanta Humala a los 136 días de iniciada su presidencia.
La crisis de Minas Conga fue el factor que convenció a todos de que la orquesta gubernamental sonaba muy desafinada y de que, por tanto, se requerían cambios. Entonces fue evidente que en el gobierno coexistían visiones muy distintas, lo cual elevaba el costo del proceso de decisiones.
Fue claro que el presidente Humala ya había tomado una decisión importante con respecto a temas vinculados a la inversión privada y, en general, al manejo económico que no eran compartidas por algunos ministros y asesores de Palacio.
Entonces, tanto el presidente Humala como la primera dama, Nadine Heredia, dieron señales de que se debían realizar los cambios, una decisión sobre la cual había consenso, dentro y fuera del gobierno, de que no debía pasar de fin de año.
Pues el Presidente habría dicho ‘al mal paso, dale prisa’, canceló su viaje a Argentina para la transmisión de mando, y aceleró el relevo para ayer.
Pues el Presidente habría dicho ‘al mal paso, dale prisa’, canceló su viaje a Argentina para la transmisión de mando, y aceleró el relevo para ayer.
La pregunta relevante, sin embargo, es por qué el sacudón incluyó al premier. La respuesta que me dio ayer una fuente cercana a Palacio, que me parece creíble, es que varios ministros y asesores que debían dejar el gobierno con el fin de que este gane coherencia alrededor de los planteamientos decididos por el presidente Humala, habían sido traídos por Salomón Lerner, quien entendió que su apartamiento facilitaría la poda en marcha, la cual será significativa.
La misma fuente que consulté descartó que la salida de Lerner sea señal de que el gobierno profundizará una ‘mano dura’ que había empezado con el estado de emergencia en Cajamarca y la detención irregular del dirigente Wilfredo Saavedra. Veremos, pues, pero no hay que dejar de estar atentos y alertas a este riesgo.
Así, por ello, el hasta ayer ministro del Interior Óscar Valdés será hoy el nuevo premier, y le dejara su cargo al hasta hoy viceministro Luis Alberto Otárola. El ministro de Economía, Miguel Castilla, seguirá en el cargo, lo cual es una señal de que el cambio de gabinete no implicará –como algunos especulaban– una vuelta al plan estatista de ‘La Gran Transformación’.
Lerner, por su parte, tras una partida del gobierno que no ha implicado un distanciamiento personal del presidente Humala, seguirá siendo un buen amigo del régimen y, por lo pronto, esta tarde, podrá ir a su palco en Matute con menos responsabilidades y la única preocupación de ver campeonar al Alianza Lima, expectativa que, sin duda, yo comparto.
Otra vez los militares
Por: Fernando Rospigliosi
(La República)
Un presidente militar, un premier militar, un asesor militar con poderes que van mucho más allá de los que tiene un simple consejero, varios militares en cargos claves.
¿Sorpresa? ¿Qué dicen ahora los que apoyaron a Ollanta Humala con el argumento de evitar la militarización y fortalecer la democracia y los derechos humanos?
Ahora los “guardianes socráticos (¿?) de la República” podrán aplicar su verdadero plan, que los peruanos todavía no conocemos.
El sino
Se cumple el extraño sino que persigue al Perú desde mediados del siglo pasado, cuando se esperaba que, a tono con lo que ocurría en el mundo, se consolidara la democracia. Sin embargo, hemos tenido militares en el gobierno, de diversas formas, aproximadamente cada década.
Manuel Odría se hizo del poder durante ocho años, hasta 1956; Ricardo Pérez Godoy y Nicolás Lindley interrumpieron la democracia en 1962; desde 1968 se instalaron Juan Velasco y Francisco Morales Bermúdez, hasta 1980; regresaron en 1990 con Vladimiro Montesinos y Nicolás Hermoza Ríos. Y ahora los tenemos de regreso con Humala, Oscar Valdés y Adrián Villafuerte.
El papel de Siomi
La renuncia del premier Salomón Lerner profundiza la crisis del gobierno abierta hace algunas semanas y ahonda la incertidumbre que ha rondado desde la elección de Ollanta Humala. Como se dijo en esta columna:
“Salomón Lerner Ghitis jugó un rol determinante en el triunfo de Ollanta Humala al imprimirle a su campaña un sesgo de moderación. Ahora está jugando un papel fundamental conduciendo al gobierno. (…)”.
“Sin embargo, este gobierno se parece en muchas cosas al de Alberto Fujimori. Hay una división de áreas de influencia, que son manejadas con relativa autonomía (…)”.
“En síntesis, Lerner juega un papel decisivo en la moderación y el pragmatismo del gobierno en ciertas áreas. El asunto es que tiene enemigos dentro y fuera del régimen. Si logran apartarlo, cualquier cosa puede ocurrir porque este gobierno –como los anteriores– carece de institucionalidad”. (“El papel de Lerner”, 28.8.11).
El detonante
El detonante
Los conflictos sociales hicieron estallar la crisis en el gobierno. La ilusión que se podía hacer una campaña izquierdista, alentando los reclamos y las protestas, y luego dar un giro a la derecha sin grandes conmociones, era una quimera.
Como se señaló aquí:
“Engañar a los votantes es la norma, no la excepción en el Perú. Pero hay grados. Humala está sobrepasando los límites, superando incluso a Alberto Fujimori que en 1990 triunfó con una postura de centro izquierda e hizo un gobierno de derecha”.
“Humala era mucho más radical que Fujimori en campaña, a pesar de los cambios de último momento. Creó expectativas desmesuradas, generó ilusiones exageradas. Y ahora va a defraudarlas (…)”.
“El próximo gobierno tendrá que enfrentar muy pronto movilizaciones y desórdenes sociales. ¿Cómo los enfrentará? ¿Con más promesas? ¿Cederá a todos los reclamos? ¿Reprimirá a sus votantes? ¿Impondrá la ley y el orden o permitirá el desorden y el caos?”
“Es muy fácil en la oposición alentar las manifestaciones y los bloqueos de carreteras, y apelar a la palabra mágica, ‘diálogo’. En la práctica, es muy difícil resolver los conflictos y contentar a todos.”
“Hasta ahora el equipo de Humala no parece tener ni las ideas ni las habilidades necesarias para ello.” (“¿Contentar a todos?”, 24.7.11).
Descolocados
Buena parte de los que apoyaron entusiastamente a Ollanta Humala están desconcertados. Hace poco, Alejandro Toledo dijo que retiraría su apoyo al gobierno, se pondría la vincha y saldría nuevamente a las calles si percibía una “militarización”. ¿Ahora qué hará?
Los izquierdistas que respaldaron a Alberto Fujimori en 1990 se embarcaron incondicionalmente con Humala el 2011.
Obtuvieron puestos significativos en el gobierno y se han aferrado a ellos a pesar del evidente giro de Humala. Ahora, si es que no los echan en esta crisis tendrán que cargar con la deshonra de pertenecer a un régimen que niega todo lo que ellos defendieron en el pasado. Hasta que terminen de expulsarlos.
Las organizaciones de derechos humanos que se han partidarizado hasta extremos asombrosos, escondiendo sus antiguas denuncias y tolerando actos que jamás hubieran dejado pasar a otros gobiernos, tendrán que revaluar su comportamiento.
Finalmente, el fantasma de Lucio Gutiérrez seguirá rondando el Perú, salvo que Humala decida un rumbo claro y establezca las alianzas que le permitan sostenerse.