
El sol aún no despuntaba y la bruma envolvía los alrededores de la mina cuando, a las 8 de la mañana (12 GMT) de este sábado, la perforadora T-130, la más avanzada de las tres máquinas en funcionamiento, llegó a un taller al que tienen acceso los mineros.
Los primeros en prorrumpir en aplausos y dar la señal de que el objetivo se había logrado fue un grupo de cinco familiares, apostados cerca del límite que separa el campamento Esperanza del área donde se desarrollan las tareas de rescate.
Hasta allí corrieron en tropel los medios de comunicación, mientras las sirenas empezaban a resonar por el campamento y el resto de familiares se fundía en abrazos y emprendía rumbo a lo alto del cerro en el que ondean decenas de banderas.